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En su larga lista de textos humorísticos que escribió Antón Chéjov (con el pseudónimo Antosha Chejonte que usó durante su juventud) el autor, dotado de una ilimitada capacidad de comprensión y una inmensa piedad, convirtió en protagonistas a unos pobres diablos que hasta entonces sólo habían servido de forillo, coro y paisaje de fondo de otros personajes mucho más poderosos; a muchísimos hombres, mujeres, niños y hasta animales, cada uno de ellos con sus mezquindades y sus heroísmos, sus cobardías, sus avaricias, sus ansiedades, sus hastíos, sus enfermedades, sus ilusiones, sus ridiculeces, sus pequeñas osadías y sus grandes arrepentimientos. Y no en bloque, sino (oh genialidad) de uno en uno, como sin duda se merecían; es decir, nos merecemos. De ellos (y de nosotros) trata esta obra.