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Al principio de los tiempos, los humanos eran incapaces de enumerar las cosas. Como mucho eran capaces de conocer la unidad, el par y la multitud.

El hombre, al lograr la postura erguida y quedar las manos libres, ganó un valioso instrumento, que le ayudó a evolucionar. La mano no sólo le sirvió para fabricar objetos, sino como medio instrumental para representar números y realizar cálculos con los dedos.

Otro sistema prehistórico era el de los guijarros que consistía en asociar uno con lo que se quería contar. Al comprobar que para contar cantidades muy grandes, necesitaban muchísimos, usaron la base diez, o sea, sustituyendo diez guijarros pequeños por uno más grande, lo mismo para centenas con uno aún más grande e igualmente para los millares, etc.

Desde entonces hasta el cálculo electrónico la operación de contar se ha realizado con multitud de objetos e inventos, como el ábaco en sus diferentes modalidades, la primera máquina de calcular mecánica de Leonardo da Vinci (1493), la máquina de Schickard (1623), La Pascalina , de Blaise Pascal (1642), primera máquina de sumar mecánica, perfeccionada por la de Leibnitz en 1694, que podía sumar, restar, multiplicar y dividir, el aritmómetro de Thomas (1820), primera máquina de calcular comercializada a gran escala, etc.

Hasta 1961, año en que se construyó la primera máquina de calcular electrónica para oficinas, llamada Anita, se sucedieron un gran número de aparatos de cálculo.

Este mes el Museo muestra una calculadora de bolsillo también llamada contóstilo o aritmógrafo, Se trata de una máquina manual, marca Exacta, de fabricación alemana, que permite realizar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. La caja metálica alberga siete regletas, también metálicas. El cálculo se realiza moviendo dichas regletas interiores con el punzón para seleccionar las cifras. Cada una de ellas representa, de derecha a izquierda, las unidades, decenas, centenas… Los números se seleccionan de uno en uno introduciendo el punzón en la muesca correspondiente. El resultado de la operación se visualiza en los ocho círculos perforados en la parte central. La puesta a cero se hace empujando con la mano las regletas que asoman por la parte inferior hasta ocultarlas en la máquina. Esta pieza comenzó a producirse en 1920 y siguió hasta 1970 aproximadamente. Es difícil conocer la fecha exacta de fabricación de cada una, ya que no llevan número de serie.

La pieza se acompaña de un punzón y una hoja de instrucciones, siendo donada al Museo por José Ramón Garrido Méndez en 1996.