El Circo Romano de Mérida es uno de los más grandiosos y mejor conservados del Imperio. Fue edificado en tiempo de la dinastía Julio-Claudia aunque tuvo varias ampliaciones y restauraciones constando la último en el siglo IV d.C. Algo que demuestra que este espectáculo aún tenía una masa ferviente entre los habitantes de la ciudad y sus alrededores. Con unas dimensiones de tres metros de largo por noventa y seis y medio de anchura pudo acoger hasta treinta mil espectadores.
Su construcción se hizo junto a la calzada a Toledo y Córdoba, fuera de las murallas de la ciudad, aprovechando la suave pendiente que el cerro de San Albín presenta antes de llegar a orillas del Albarregas.
Su planta es la de un rectángulo uno de cuyos extremos, el sudoriental, concluye en semicírculo. En el se ubicaba la puerta por la que salían los aurigas vencedores. El extremo noroccidental, el más cercano al centro de interpretación de este monumento, era rectilíneo, con los ángulos redondeados. En él se ubicaban las jaulas de salida de los carros.
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