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Durante noviembre y en honor a los músicos, con motivo de la celebración de su patrona, Santa Cecilia, el Museo quiere mostrar como pieza del mes un violín muy curioso en cuyo armazón se reconoce una caja de resonancia.

Conocido con los nombres de violín trompeta o Stroh,  porque lo inventó a finales del s. XIX el ingeniero alemán John Matthias A. Stroh (1828-1914).

Es un tipo de violín que amplifica su sonido a través de un pabellón de metal (como en los instrumentos de viento), en lugar de hacerlo en una caja de resonancia como el que habitualmente conocemos. Las vibraciones de la cuerda se transmiten al puente, como en todos los violines, pero éstas no pasan a una caja de resonancia, sino a una delgada varilla de metal que a su vez las transmite a una membrana. Las ondas de la membrana son amplificadas por la trompa metálica, que actúa a modo de megáfono.

Apareció durante el inicio y crecimiento de la industria discográfica. Se notó la debilidad del violín normal en el departamento de sonido de los estudios de grabación. Con la invención de este tipo se pretendía adaptar este instrumento a las necesidades musicales del momento e intentar que sobreviviera más allá de 1900.

Era perfecto para las primeras grabaciones de discos porque emitía un sonido muy dirigido, que se podía registrar con más facilidad que con los violines de siempre. Era un sonido más completo y fuerte con un mejor tono. Sin los trabajos de Stroh con el violín, un amplio número de grabaciones de este instrumento no existirían y no sería tan escuchado.

A partir de 1925 este tipo de violín se hizo menos frecuente en los estudios de grabación debido a que las compañías discográficas cambiaron a la nueva tecnología de grabación con micrófono eléctrico.

Tras la muerte de Stroh, en 1914, su invento siguió fabricándose. Diferentes empresas tomaron la patente hasta que en los años 40 dejó de producirse.

Esta curiosa pieza fue donada al Museo por Francisco González Santana en 1991.