Interpretar, traducir, describir,representar

  • ¿Ante quién o ante qué cosa, sin embargo, debe rendir cuentas la interpretación: ante el artista, ante el espectador, ante la obra de arte, ante el asunto, o acaso... ante Dios?

     

    Primero que nada, deberíamos abandonar la idea de que interpretar es traducir. Traducir, en el sentido literal del término, es algo que sólo puede hacerse desde una lengua a otra; en el resto de casos, cabe hablar de “traducir” a lo sumo en un sentido metafórico (como cuando se vierten textos a imágenes o imágenes a textos).

     

     No se niega, con todo, que traducir implica interpretar y que la línea divisoria entre ambos tipos de actividad es difusa. En segundo lugar, también deberíamos abandonar la idea de que todo describir o representar es interpretación. Cuando yo, por ejemplo, le revelo a mi interlocutor mi edad o le describo el camino que va de A hasta B, no estoy interpretando nada. Lo mismo vale para la especificación de las medidas de un cuadro o la mención del número de estrofas de un poema. Interpretar consiste en elaborar hipótesis, o al menos proponer una lectura respecto de la cual el intérprete o el lector en general son conscientes de que no es la única posible, de que frente a ella hay otras alternativas, aunque no todas sean igualmente apropiadas.

     

     La interpretación es, en este sentido, algo (siempre) inconcluso. En cambio, no sucede necesariamente lo mismo con la mediación en el arte. Nada me impide mencionar los datos incontrovertibles de una obra de arte. Es más, toda interpretación aceptable debería estar hasta cierto punto basada en ellos, o, por lo menos, debería evitar contradecirlos. Lo que no impide, por supuesto, que la frontera entre la mera especificación de datos y la interpretación no sea a menudo difícil de trazar. Así, aunque es posible en muchas ocasiones establecer con certeza en qué año fue creada una obra de arte, en otras la datación supone ya una interpretación.

    http://www.goethe.de

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