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Comisariada por Rita Fabiana y Liliana Coutinho, la muestra recupera el legado de una de las primeras artistas portuguesas que trabajaron en las disciplinas de la performance, el environment y la instalación. La exposición realiza un recorrido por el trabajo de Túlia Saldanha, definido por la presencia ambivalente de lo carbonizado (de lo negro), que es entendido como una “relación intensa entre el morir y la transformación que permite continuar viviendo”. Esta premisa es particularmente evidente en su serie de “naturalezas muertas quemadas” o en las obras realizadas con maletas de viaje.

Paralelamente, la exposición enfatiza la importancia que ha tenido Wolf Vostell, desde Extremadura, en la formación de Túlia Saldanha y otros artistas portugueses de su generación. En la obra “Los ojos son para quien quiere ver”, por ejemplo, Túlia Saldanha despliega un mapa con los puntos geográficos clave en su desarrollo artístico: su localidad natal Macedo de Cavaleiros está conectada con Oporto, Coímbra, Lisboa y Malpartida de Cáceres. El influjo de Vostell, el movimiento Fluxus y el Museo Vostell Malpartida es notable en la trayectoria de Túlia Saldanha. La artista participó en 1979 en la segunda Semana de Arte Contemporáneo de Malpartida (SACOM), organizada por Wolf y Mercedes Vostell, y donó a las colecciones del museo una obra titulada significativamente “Homenaje a Maciunas” (en referencia al fluxista lituano George Maciunas).

La exposición recuerda también dos intervenciones realizadas por Túlia Saldanha en colaboración con el escultor alemán Robert Schad: “100 horas dibujando” (realizada en Coímbra entre el 4 y el 9 de diciembre de 1981) y “33 horas dibujando” (desarrollada en Lisboa en abril de 1983).