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Según el Director: Lo sublime y lo genial brillan en Shakespeare como relámpagos en la noche profunda

La riqueza de Hamlet se encuentra precisamente en los múltiples sentidos que ofrece la obra: una distancia en el tiempo donde se actualiza la obra de arte.

Las múltiples interpretaciones posibilitan los actos de comprensión de Hamlet.

Esta obra llega al escenario presente, a los espectadores modernos, y permite una interpretación de nosotros mismos; un espejo de la vida misma, una posibilidad para observar con asombro la tragedia del hombre moderno. Como espectadores la pregunta es inaplazable: Qué sentido tiene nuestra vida si vamos a morir? No hay escapatoria a la pregunta.

Sin embargo, hay posibilidades frente a la propia existencia. Se puede escapar a la dictadura de la Razón. Hemos resistido demasiado, es la hora de huir y afrontarla desde la Imaginación y el poder de la Pasión. Eso es el Teatro, y nuestro objetivo.

De Hamlet se ha escrito todo...y aún se seguirá escribiendo mucho más. También se ha representado mucho...y se seguirá representando mucho más. Porque Hamlet es inabarcable. Tanto el público como los creadores siempre encontrarán una arista diferente,una nueva veta, un perfil ignorado...que nos sorprenderá una vez más.

Autor: William Shakespeare
Dirección: Alfonso Zurro

Autor: William Shakespeare
Dirección: Alfonso Zurro

Autor: William Shakespeare
Dirección: Alfonso Zurro

Nos hemos embarcado en un Hamlet donde con fidelidad al texto shakesperiano, apostamos por

narrar la obra con claridad y limpieza expositiva.

Utilizar el artificio teatral para encerrar a nuestro protagonista en esa cáscara de nuez donde dice que podría vivir, o en esa cárcel que para él es Dinamarca.

Ésa es la base conceptual del espacio escénico diseñado por Curt Allen Willmer. En él colocamos a Hamlet frente a un mundo de espejos, para que el espectador escudriñe en su propia conciencia a través de la imagen y las palabras.

Nuestro Hamlet es atemporal y con una verdad escénica apabullante. Sus dudas, sus interrogantes, saltan a través del tiempo y nos llegan hasta el día de hoy, con esa capacidad para mostrar el alma humana y dar luz a las sombras más inquietantes.

Esto lo hace único. Algo huele a podrido en Dinamarca. Esto no lo dice Hamlet, ni ninguno de los protagonistas, ni los que pelean por el poder...Ellos no huelen la podredumbre. Lo dice un soldado raso. Son ellos, el pueblo llano, los que lo notan en la pituitaria. ¿En qué niveles olfativos de descomposición están los reinos que habitamos?

¿Dónde está Hamlet? ¿En qué tiempo y lugar habita el personaje shakesperiano?

¿Cómo nos llegan las palabras del príncipe de Dinamarca en un mundo donde se observa, se vigila, se espía, y nada pasa desapercibido?

La privacidad se ha evaporado.

¿Somos reales o imágenes reflejadas caminando por una superficie inestable, y variable?

Lo que debería ser sólido es mudable, las raíces son imposibles, no hay materia que las sustente.

Y por encima, la ambición del poder. El poder, como manipulador, corruptor, vengativo, asesino... Una ambición que mueve a los personajes y los aboca a la confrontación y a la destrucción. Algo huele a

podrido cuando alguien se lanza a conseguir el poder a toda costa.

Ser o no ser. Existir o no existir. Siempre la misma cantinela. Y la duda, la imposibilidad de tomar una decisión. El miedo a caer en el vacío de la nada o en el tumulto de la eternidad. Pero si uno no actúa, otros lo harán...

Un microcosmos para mostrarnos el cosmos de la humanidad. Las relaciones, las conciencias, los miedos, las aspiraciones...

Tan pequeño y condensado como en una cáscara de nuez. Un universo. Como los personajes de nuestro Hamlet. Imposibilitados para escapar de un espacio, de un mundo donde siguen con su ser o no ser.