Hoy es Viernes 26 de Abril de 2024
Conociendo a Reyes Abades
Reyes Abades: honrado, modesto y especialista en efectos especiales cinematográficos
Fotografía de Joseba Elorza.
  • Publicado: 02/12/2016 16:14
  • por: Belén Amaro Pajuelo
  • 1656

De cuna humilde y éxitos encumbrados, de sangre extremeña y corazón luchador. Así es Reyes Abades: honrado, modesto y especialista en efectos especiales cinematográficos. Un oficio que no lo aprendió en los libros, sino de la vida y de su capacidad de adaptarse ante cualquier adversidad. Nació en 1949 en Castilblanco (Badajoz) y, desde entonces, no ha hecho más que escalar hasta conseguir los 9 Goyas que coronan su vitrina. Hoy nos habla del orgullo por su tierra y su carrera profesional.

Me cita en su lugar de trabajo: Reyes Abades Efectos Especiales, una nave industrial en Torrejón de Ardoz (Madrid). En ese sitio la imaginación es la protagonista y la magia cobra vida para dar a luz las escenas más insólitas que la pantalla nos puede ofrecer.

Ha participado en un sinfín de películas como El laberinto del fauno, Alatriste, Balada triste de Trompeta y La piel quehabito, creando imágenes imposibles para la mente de cualquiera. Pero él es capaz. Además de los 9 Goyas, recibió en 2000 la Medalla de Extremadura y en 2010 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entre otros galardones. A pesar de ello, ya me habían dicho que es un hombre con los pies en la Tierra. La perseverancia es inexorable en su figura y el sacrificio su compañero más fiel. Su efecto más especial es la sencillez: “Un efecto bueno tiene que pasar absolutamente desapercibido”.

Paradójicamente, su naturalidad es una de las cosas que mejor se aprecian en él. Su voz es grave, amable, cercana. Nos recibe con ropa de faena, no derrocha aires de grandeza. Su oficio le exige trabajar y mancharse, y él no va a ser menos. Nos lleva a mi compañero y a mí a la sala donde tendrá lugar la entrevista. La luz se filtra por las ventanas en un día que amanece lluvioso. La sala es amplia y sencilla, correspondiente con su persona campechana. Las paredes están llenas de diplomas y premios a su carrera, aunque para Reyes Abades hay cosas más importantes. “Aquí los Goyas cuentan el primer día que te los dan, a partir de ahí tienes que demostrar que no tienes ninguno.”

Me habían contado que no se le da muy bien hablar en público, que se defiende mejor haciendo lo suyo. Aún así, voy a aprovechar para conocer a este extremeño que ha convulsionado la industria cinematográfica y ha dado un giro a su vida.

Le agradezco que me haya recibido y me pregunta si soy extremeña. “Sí, de Badajoz capital” respondo. Me dice que no he perdido el acento. Él tampoco, y eso que lleva 54 años fuera. Me cuenta que él nunca va a renunciar a la tierra, es más, que deberíamos reivindicar nuestra lengua y nuestras expresiones, al igual que lo hacen otras comunidades. Alega que antes era una vergüenza ser extremeño, que nos trataban muy mal, pero ahora tenemos argumentos para “comérnoslos enteros”, afirma.

B. A. - Usted que lleva tantos años lejos, ¿cómo se ve Extremadura desde fuera?

R. A. - Desde fuera lo que se ve es la gran desconocida. Los extremeños estamos perdidos pero es culpa nuestra también. No sabemos defendernos, no sabemos vendernos. Los vascos, aunque sea su bruteza, esa hombría que tienen, la saben vender muy bien. Nosotros no presumimos absolutamente de nada, porque al revés, nos da vergüenza. Hemos sido muy torpes. Ni el jamón, coño, ni el jamón. Todos de Huelva. Yo en el mundo del cine soy conocido como “El extremeño”, y a mucha honra. Además siempre digo lo mismo: es verdad que a Madrid le debo todo, pero vengo de Castilblanco. Justo hoy he hecho una cosa que no había hecho nunca: acabo de renunciar a un premio de Excelencia al trabajo que me dan en la Comunidad de Madrid.

B. A. - ¿Por qué?

R. A. - Porque es el viernes y no puedo. Me lo dicen hoy (lunes) y los premios no se deben decir con tan poco tiempo. Es un premio que está Del Bosque, Carlos Suárez, el Padre Ángel, está no sé quién,... Pero creo que las cosas hay que prepararlas mejor. Yo no puedo hacer cualquier discurso.

B. A. - Por cierto, muy bonito el discurso que dio el día de Extremadura este año. Me emocionó.

R. A. - Yo no sé si bonito o no bonito, lo que sí es verdad es que lo que dije, es lo que sentía, lo que pienso y lo que creo. Forma parte de hablar de uno. Yo vengo de una familia muy humilde, una familia que, como se suele decir, de niño pasamos hambre y yo no puedo renunciar a mis orígenes. Para bien y para mal. Yo creo que más bien para bien. Me siento muy orgulloso de serlo. Por suerte nací en esa familia, por desgracia que no tuviéramos las posibilidades que tienen otras. Pero bueno, cada uno se busca la vida.

B. A. - ¿Usted cree que si hubiera nacido en una familia acomodada no habría luchado tanto por tener lo que tiene hoy?

R. A. - Pues seguramente no. Pero eso va con nosotros mismos. Mis hijos están trabajando en esto y ellos no han luchado ni la cuarta parte de lo que yo he luchado. Entra dentro de la norma. Cuando naces en una familia acomodada, es difícil que tu hijo salga luchador nato. Las personas que hemos salido de abajo, del pozo; cuando te agarras a la pared, subes y sigues como puedes. Yo lo he dicho muchas veces: me monté en un tren llamado cine y dije “Aquí me engancho a lo que sea, como pueda”. Lógicamente tienes que luchar, nadie te regala nada. Nadie. Esta vida es muy cruel. Sí es verdad que muchísima gente te da la mano. A mí me la han dado, no puedo renegar de ello. Lo que pasa que cuando alguien te la da: primero, no le puedes defraudar y segundo, no le puedes apretar, tienes que ir al compás al que él va andando.

B. A. - ¿Cómo se siente usted cuando se levanta y ve que tiene 9 Goyas, que está donde está ahora, habiendo nacido donde nació?

R. A. - Es que yo no veo los Goyas, si te digo la verdad. Tienes 9 Goyas y el momento en el que te dan uno, está ya en pasado, ya es historia. Lo que tienes que hacer es pensar en los que no tienes, en la posibilidad de que te venga otro. En nuestro trabajo, cada día es una prueba más, una prueba de esfuerzo, una innovación. Es un orgullo que te den un Goya, por supuesto, es un orgullo sobre todo por tu familia, por tus compañeros, por tu equipo, por tu gente, por las personas que te han votado,…En fin, lleva muchos aditivos ese Goya, pero ahí se acabó.

B. A. - ¿Le tiene cariño especial a alguno?

R. A. - No, tengo cariño a los que no me han dado. Algunos los he ganado, al menos dos, en contra de mi voto, porque me lo han dado cuando tenía dos o tres nominaciones en el mimo año, lo cual ha sido siempre un problema dado que los votos se reparten. Hay algunas películas, como por ejemplo El Dorado, que yo sí quería haber ganado. Es mi gran decepción, más que nada porque me ganó otra película ese año que tenía muy pocos efectos y no tan duros ni tan crudos. Tanto esfuerzo… Fueron nueve meses de trabajo.

B. A. - Y después de haber trabajado en cine, en televisión, en publicidad, en espectáculos como las Olimpiadas del 92, ¿qué le queda por hacer?

R. A. - Lo imprevisto. La imaginación de lo que me queda por hacer no la pongo yo, la pone un señor que escribe una historia. Nosotros hacemos muchísimos anuncios, ahora mismo tenemos entre manos uno que es para la Volkswagen. Y piensas: ¿qué va a diseñar el loco este? Te lo transmiten a ti y lo tienes que desarrollar. Nunca sabes qué va a ser, si vamos a tener que bajar la Luna con una cuerda hasta aquí abajo, o si vamos a tener que cruzar el Mediterráneo por encima del agua andando... Alguna barbaridad de estas, porque se me ocurren barbaridades muchas veces, algunas que son francamente imposibles.

B. A. - Pero lo que usted ya hace es impresionante, es increíble. Yo le felicito porque es asombroso y, sobre todo, porque me honra más siendo usted extremeño, habiendo nacido donde ha nacido y habiendo llegado hasta aquí.

R. A. – Eso que me dices, me pregunto yo y todo el mundo cómo es posible. Yo soy de un pueblo del cual venimos siendo paletos, que no sabíamos ni qué era la civilización, aunque suene muy duro decirlo. Extremadura y sus pueblos en los años 60 éramos la Edad Media prácticamente. Yo recuerdo con mis padres, en mi pueblo, Castilblanco, que en esa época tenía 3.500 habitantes, no teníamos agua en las casas. No había ni la posibilidad de darte un baño, pero ni los ricos ni los pobres. Al colegio iban los que podían, porque los niños empezamos a trabajar muy pequeños. Yo de hecho empecé con 8 años, que ahora suena durísimo, suena cruel, pero era así la vida. Yo aprendí un poco en la escuela con los más mayores por las noches, pues había un señor muy preparado, que no era maestro ni era nada, que daba clases para prepararlos para la guardia civil, para que se buscaran los primeros estudios,… Nos enseñaba las 4 reglas. Yo aprendí entre los 10 y los 12 años a leer, a escribir,… Que es así, que suena durísimo, claro que suena durísimo, pero es la época que nos tocó vivir.

B. A. - Mi madre estuvo trabajando en Herrera del Duque y siempre me cuenta que había un señor que le decía que la Siberia extremeña está cerca nada más que de sí misma.

R. A. - Sí, nada más. La Siberia extremeña está perdida en el mundo. Este año me han dado un premio allí en la comarca porque siempre hablo de ese monte perdido. Yo creo que ahora la empieza a conocer más la gente por la puñetera caza. Hay mucha gente gordita que va por ahí con sus escopetitas a pegar tiros y a matar a los bichos. Volvemos al principio, tenemos el Guadiana, tenemos 1.500 km de costa de agua dulce y no sabemos ni venderlo.

B. A. - ¿Qué efectos especiales le pondría usted a Extremadura?

R. A. - Pondría a hacer una campaña como hace Telecinco con sus películas. Emplearía todos los días de dos a tres horas en la televisión autonómica, incluso dedicaría un presupuesto a que las televisiones nacionales hablaran más de Extremadura. Solamente se vende el Valle del Jerte y tenemos muchas riquezas más. ¿Por qué no vender Extremadura como plató de cine? Ahora hay dos series allí que se están haciendo. Pero tenemos que ayudar y apoyar a la cultura, al mundo del cine. Es una fuente de ingreso muy grande.

B. A. – Ya que saca el tema del cine, ¿con qué director le gustaría trabajar que no lo haya hecho?

R. A. - No lo sé, si te digo la verdad, yo me siento muy satisfecho. He trabajo casi con todos los directores, con muchos muy importantes, con menos importante y me he sentido muy a gusto. ¿Sabes lo que pasa? Que trabajar con los directores importantes a veces es muy peligroso. A veces o no congenias o…

B. A. - Pueden ser más excéntricos en su trabajo.

R. A. - Sí, y a veces no disfrutas tanto. Yo creo que cuando hablas de directores importantes, todos lo somos, aun siendo noveles, porque vas a aprender cosas de él y él va a dejar que tú le enseñes. A lo mejor si trabajas con Spielberg puedes aprender, pero quizás él no te permite que tú le enseñes.

B. A. - He visto que a veces aparece usted en las películas donde ha trabajado.

R. A. - Sí, casi siempre aparezco en todas las películas. El otro día por ejemplo estaba viendo El Dorado y la verdad menos mal que la gente no me conoce, pero aparezco en cuatro o cinco ocasiones. Muchas veces cuando sales es porque tienes que hacer efectos complicados. Por ejemplo, yo gané un Goya en Días contados y aparezco...

B. A. - Sí, en la explosión de un coche.

R. A. – Exacto, el que da en la ventanilla del coche soy yo. Entonces para hacer el truco, porque todas las cosas tienen truco, tú mismo sabes cómo lo tienes que hacer, sabes cómo marcar las pautas.

B. A. - Eso que dicen de si quieres algo bien hecho, hazlo tú mismo.

R. A. - Exactamente, quizás eso sea un ego que tengamos las personas, pero yo creo que lo debemos de tener. Que como piensas que lo vas a hacer tú, no lo va a hacer nadie. Ese momento cuando estas repasando el guion y el director dice “Reyes, eso lo haces tú” o, al revés, “esto lo hago yo, lo tengo que hacer yo”. Ese tipo de gestos son necesarios, pero los hacemos porque queremos que quede muy bien y queremos llegar al límite.

B. A. - Usted que ha puesto el listón tan alto, ¿tiene repuesto el cine español?

R. A. - Sí, las nuevas técnicas aportan muchas cosas. Y como yo, ¡claro que habrá repuesto! ¡Y mejores que yo! Es difícil viniendo de tan abajo como yo he venido

B. A. - Pero tiene más honra.

R. A. - La diferencia que yo he tenido con los demás es que eran los primeros efectos especiales que se hacían en España, no tenía donde fijarme. Es un valor añadido. ¿Pero que si va a haber gente que va a hacer cosas mucho más espectaculares que yo? ¡Por supuesto que sí! Sería un necio si pensara que como yo no va a haber nadie. Para mí también es un orgullo que la gente me tome a mí como referencia, para mí eso es muy importante. Es sentirse en esa parcelita, es sentirse importante, grande.

B. A. ¡Cómo para no! ¿Y actualmente en qué proyectos está?

R. A. - Acabo de hacer la película Oro, de Agustín Díaz Llanes. También estamos haciendo la serie Mar de plástico, la película La verdad, La doncella y la niebla en Tenerife, La Vida de Escobar en Colombia que empezó a rodar esta semana, y esta tarde voy a localizar para una campaña de Volkswagen.

B. A. ¿Tiene pensado alguna edad para retirarse?

R. A. - No, hasta que el cuerpo aguante. Uno es válido hasta que la cabeza no te funciona.

Reyes se disculpa un momento para ausentarse y viene con dos ejemplares de su libro Rompiendo Moldes. Nos regala uno a cada uno y nos cuenta que lo ha redactado un historiador catalán. Empezó a escribirlo antes otra persona y cuando le presentó las primeras hojas le dijo que no siguiera porque “yo no soy ni primo de Dios, ni hermano del primo de Dios. Soy una persona normalita. Él venía de escribir un libro de Amenábar. A los directores les gusta mucho subir allá arriba al cielo, pero a mí no, yo quiero estar en la Tierra siempre.”

Posteriormente nos enseña su taller, con todos los decorados y las maquinarias necesarias para crear esa magia a la que antes se refería. Todo lo fabrican ellos. Hay hasta unas patas de jamón falsas colgadas de la pared. Aprovecho para hacer una broma y una tímida risa se dibujó en su cara. Debido a la infancia tan cruel que tuvo, la sonrisa es algo que le cuesta expresar. Lógico.

B. A. - Ya como última pregunta, ¿qué consejo le daría usted a una extremeña que quiere ser una gran periodista, profesión también complicada?

R. A. - Solamente te diría una cosa: dignidad. Siempre. Porque el periodismo es sinónimo de muchos que no tienen dignidad. Me cuenta que ha tenido malas experiencias con este oficio. Por ello, “Tú, como periodista, informa siempre de lo que tú veas, no de lo que te cuenten. Te puedo decir que he estado en Marte, luego me he ido a Júpiter y he venido de la Luna. Escríbelo. Es inadmisible. Pero eso es: dignidad. Quédate con ello, por favor.”

Humildad, honradez, modestia, sencillez, tenacidad, sensatez, entrega, sacrificio, lucha. Así es Reyes Abades, un hombre que se ha hecho a sí mismo, que no ha parado de trabajar y que seguirá luchando como si permanentemente estuviera viviendo su dura infancia.