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Cultura
La secretaria general de Cultura afirma que la joyería de filigrana cacereña creada por los orives “son una herencia y forman parte de nuestro acervo”
La muestra está conformada por más de doscientas piezas que ilustran la importancia de los trabajos de oro y plata.
  • Publicado: 07/07/2022 16:23
  • por: extremadura.com
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La secretaria general de Cultura, Miriam García Cabezas, ha señalado que las piezas de oro creadas y talladas por los orfebres cacereños “son una herencia de nuestros antepasados y forman parte del acervo cultural de nuestra región”.

Así lo ha señalado la responsable cultural durante la inauguración de la muestra ‘Orives. La joyería de filigrana cacereña’ en el Museo de Cáceres y de la que ha señalado que es el “fruto de un largo y laborioso proyecto colectivo del que podemos sentir legítimo orgullo”.

La muestra está conformada por más de doscientas piezas que ilustran la importancia de los trabajos de oro y plata en la provincia cacereña desde la Prehistoria, desde las primeras joyas. Se trata de una colección de piezas que forman parte de la colección del Museo de Cáceres y del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz que ilustran la evolución de las joyas en la Edad Media y en la época andalusí, destacando también varias joyas prestadas para la ocasión por el Museo Arqueológico de Córdoba. Las joyas de los siglos XVII y XVIII quedan representadas en piezas del propio museo cacereño y de la ermita de San Antonio del Barrio, junto a importantes joyas del Museo de Valladolid y del Museo Lázaro Galdiano de Madrid.

La técnica y las herramientas utilizadas en el taller de los orives están representadas en esta muestra gracias a objetos de la colección del Museo de Cáceres y del Museu do Ouro de Travassos, en Portugal, además de numerosas piezas pertenecientes a orives todavía en activo en diferentes lugares de la provincia, especialmente Torrejoncillo.

De igual forma, el oro popular portugués tiene su propia representación con piezas procedentes de Travassos y el aderezo cacereño se puede estudiar a través de un buen elenco de joyas cedidas por el Museo del Traje y el Museo Sorolla de Madrid, además de las piezas del Museo de Cáceres y las prestadas por los orives cacereños.

La exposición se cierra con una referencia a los trabajos de platería que han llevado a cabo, y aún lo hacen, los orives cacereños más allá de la filigrana, para lo que se cuenta con piezas de la Catedral de Coria o de la iglesia de San Juan de Cáceres. Además hay en la muestra referencias a las joyas que en la actualidad confeccionan los pocos orives que quedan trabajando en la provincia de Cáceres. Apenas tres maestros siguen ejerciendo este ancestral oficio en Torrejoncillo y en Trujillo, después de que recientemente haya cerrado el último taller de Ceclavín.

ORIVES

Muchas de la piezas expuestas son joyas elaboradas por los orfebres que durante siglos vivieron y trabajaron en pueblos cacereños y que repetirían modelos de joyas que procedían de Salamanca, a imitación del aderezo charro, pero también de León e incluso de Portugal. Por otro lado, algunos textos del siglo XIX definían las joyas del aderezo cacereño como portuguesas, o de gusto portugués, sin que se supiera muy bien cuándo y de qué manera había llegado a nuestra región ese gusto por el oro popular lusitano. Llamaba la atención, desde luego, la denominación que en Extremadura han recibido históricamente estos orfebres: ‘orives’, como en Salamanca, sí, pero también como en Portugal y Galicia.

Se suponía que algunos orives cacereños debían ser descendientes de orfebres portugueses de los que no se podía precisar la fecha de llegada. Se llegó a creer, incluso, que descendían de plateros judíos o moriscos expulsados de Castilla que habían heredado la técnica de la filigrana de sus ancestros andalusíes y, estos, a su vez, de los maestros tartésicos y fenicios que habían traído esa técnica a nuestra península. Eso justificaría la asombrosa similitud de algunas joyas protohistóricas e incluso medievales con los tipos más populares de pendientes y gargantillas del aderezo regional.

Hace ya una década, la casualidad quiso que apareciera una pequeña placa conmemorativa de cobre, fechada en 1883, en las obras de reforma de una casa de la Ciudad Monumental cacereña. Esta placa, que hoy forma parte de esta exposición, menciona a un platero natural de Zarza la Mayor llamado Julián Gonsalves, un apellido de clara raigambre portuguesa. La búsqueda de este orive en archivos eclesiásticos y civiles reveló que era hijo de un orive portugués, llamado Manuel Gonçalves, que se había establecido y casado en Zarza la Mayor en 1845 y que procedía de la feligresía de Fontarcada, en Póvoa de Lanhoso, cerca de Braga, donde todavía hoy funcionan varios talleres de filigrana que se cuentan entre los más importantes de Portugal.

Las siguientes investigaciones revelaron que desde 1823 se registró la llegada de más de dos docenas de orives portugueses, casi todos de Braga y sus alrededores, y de Guimarães, a Zarza la Mayor, Plasencia, Alcántara y otras poblaciones, en unos momentos en que la orfebrería cacereña atravesaba una profunda crisis y estaba a punto de desaparecer. De Zarza la Mayor, estos orives se expandieron a Ceclavín, Torrejoncillo, Gata, y a la capital de la provincia, y crearon numerosos talleres en los que aprendieron el oficio muchos jóvenes cacereños, que llevaron la filigrana de la provincia a una época de esplendor que coincide con la incorporación del aderezo a la indumentaria tradicional de la manera en que todavía hoy lo conocemos.

Esa, y no otra, es la explicación de que las joyas cacereñas que se pueden ver en esta exposición sean tan semejantes a las portuguesas, que también están representadas. Y no sólo son las joyas, también la técnica de fabricación, las herramientas, el mobiliario, la organización del taller, y hasta los nombres de joyas y utensilios del taller coinciden a ambos lados de la frontera.

Como queda patente en la exposición, la joyería de filigrana forma parte esencial del Patrimonio Cultural extremeño; ha tenido y tiene un papel fundamental asociado a la indumentaria tradicional y ha pasado de madres a hijas durante generaciones. Hoy, cuando este arte parece que toca a su fin, no podemos dejar de destacar su valor cultural y tratar de evitar su desaparición.