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Un autoclave es un recipiente de presión metálico, con cierre hermético, que permite trabajar a alta presión para esterilizar, con vapor de agua, materiales e instrumentos quirúrgicos, eliminando todo tipo de microorganismos patógenos.

La pieza que se muestra está constituida, en su interior, por una caldera cilíndrica galvanizada; a ella se adapta una tapadera de bronce que se cierra ajustando unas mariposas o charnelas y asegurar un cierre hermético. En dicha tapadera se aprecian unos orificios a los que se adaptan: un manómetro con dos escales para presión y temperatura; una válvula de seguridad y llave de purga para la salida de vapor.

En el interior de la caldera se descubre una placa metálica perforada, denominada diafragma, que se mantiene nivelada, mediante tres pies, a una calculada altura para evitar el contacto con el agua.

 

La producción de calor se conseguía mediante gas del alumbrado, gas butano, alcohol o electricidad.

Para su manejo era de vital importancia seguir los siguientes pasos:

   1.- Comprobar el nivel del agua.

   2.- Una vez introducido el material, cerrar la tapa ajustando los bulones.

   3.- Encender el foco calorífico.

   4.- Mantener abierta la válvula de purga hasta que salte un chorro continuo de vapor, cerrándola en ese momento.

   5.- Reajustar las tuercas por donde haya pérdida de vapor.

   6.- Esperar hasta que el manómetro marque la presión y temperatura requeridas.

   7.- Transcurrido el tiempo necesario para la desinfección, se apaga el sistema de calefacción.

   8.-  Se debe esperar hasta que el manómetro marque cero.

   9.- Abrir con cuidado la llave de purga para que salga todo el vapor. A continuación, se aflojan los bulones y se levanta la tapa con precaución para evitar un posible golpe de vapor.

Este autoclave y otro de mayor tamaño fueron donados por José Alejandro y María Dolores Martín-Maestro Hernández, y provienen de la farmacia que tuvo su padre, José Luis Martín-Maestro Larrazábal, en Badajoz.