Al caer la tarde

  •  Me miro al espejo, sabiendo de su verdad invertida, sus imperfecciones… Mis arrugas, cicatrices, canteros, surcos del tiempo y la vejez… Dicen de mí… ¡Y aún me asombran!           No puedo reconocer la imagen; mis recuerdos niegan reconocerla siempre indelebles,    ¡Frescos en la memoria! Se aferran a mi juventud y no quieren admitir la pérdida,             aunque a veces al subir una cuesta, erosionado los hueso por la edad y cansinos,                se rindan a la evidencia buscando un umbral para sentarse o las pastillas para el sofoco.    Algo innato  en el hombre soplo de Dios que a pesar de las múltiples puñaladas de la    vida,  y la evidencia logra mantenernos siempre en primavera y aleja los pensamientos,       los temidos momentos del final.

     

    Badajoz 18/11/211

               José Manuel Ferrera Boza

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